LA CORRUPCIÓN
TODAVÍA ESTABA VIVA
Slavoj
Zizek, uno de los filósofos contemporáneos de origen esloveno más influyentes
en la actualidad, en su obra denominada “El sublime objeto de la
ideología”, nos lleva a adentrarnos en el pensamiento marxista y
hegeliano de la ideología política y trastoca de forma complementaria a sus
obras anteriores, el espectro del manejo de masas desde los órganos más
potentados de los Estados en donde advierte de forma cruda y real, la forma de
los sistemas políticos corrompidos desde la antigua Roma, hasta nuestros días.
En
su crítica a la ideología cínica, nos lleva a diversos pasajes en donde podemos
comparar a sujetos de la política moderna con personas de la historia antigua,
así como a los sistemas políticos más perversos que siguen funcionando en la
actualidad mediante el dominio de masas, como en su momento lo logró Cayo Julio
César, quien después de ser exiliado de Roma y de la derrota de su tío Cayo
Mayo a manos del tirano Sila, volvió fortalecido y desde la posición de mártir
del sistema, logró amasar apoyos de todos los sectores haciendo uso de una
retórica pulida y estrategias de beneficios sociales a los más necesitados.
Con
el ascenso de Cayo Julio César al poder, poco a poco se percató de que él solo
era Roma y cada vez necesitaba menos a las instituciones, lo que pudo haberlo
cegado en palabras de Zizek, “Cuando Cesar consolidó su poder
personal, y lo fortaleció hasta proporciones, imperiales, actuó objetivamente
en sí, de acuerdo con la verdad histórica, la necesidad histórica - la forma
republicana estaba perdiendo validez, la única forma de gobierno que podía
salvar la unidad del Estado romano, era la monarquía, un Estado, basado en la
voluntad de un solo individuo - pero era todavía la República, la que
prevalecía formalmente, la República estaba todavía viva, sólo porque se olvidó
de qué ya estaba muerta”, generando confianza desmedida en Cayo Julio César, el
gran político y conquistador que, al olvidar que la Republica seguía viva, y
ella misma maquino en su contra el plan
para deshacerse de su monarca en potencia de la mano de su propio hijastro,
Marco Junio Bruto, rescatándose la famosa frase: “Tu quoque, Brute, fili
mi” (Tú también, Bruto, hijo mío).
Sin olvidar que esta historia se
repite de forma constante, ya que algo semejante sucedió con la dinastía Flavia
al ascenso del terrible Domiciano; o bien, con la dinastía Severa al decretarse
la “damnatio memoriae” del menor de la familia para que no
llegase a gobernar; o finalmente con el envenenamiento de Marco Ulpio Trajano a
manos de su esposa y su sobrino Adriano, quien gobernaría posteriormente. Los
buenos gobernantes que pierden la noción de la forma de gobierno en la que
participan, por regla general no terminan bien y el mismo pueblo se encarga de
manchar sus memorias, como sucedió tantas veces por las oscuras cloacas romanas
donde se fraguaron asesinatos y descensos de los hombres más notables.
Pero siguiendo con Zizek, éste nos
dice que la culpa es la que nos tiene inmersos en el loop de
repeticiones históricas de malos gobiernos y malas decisiones, ya que el pueblo
al convertirse de manera consciente en parte fundamental de esa corrupción se
siente culpable y retorna una y otra vez para repetir y repetir de manera
interminable su propio daño autoinfligido.
Zizek lo expresa de la siguiente
forma, “Cesar tiene que morir como personalidad empírica, de carne y
hueso, precisamente porque la necesidad es cuestión simbólica… el primer
asesinato, el parricidio de Cesar, abrió la culpa, y fue esa culpa, esta deuda,
la que fue la fuerza impulsora de la repetición”.
Para nosotros es más claro, jugamos el
papel de pueblo cómplice de la administración de turno y solamente nos quejamos
cuando nos toca debajo en la rueda de la fortuna, pero aguantando la
respiración hasta que cambie la administración y nos pueda tocar en medio o
arriba, porque finalmente todos participamos en la creación o des-creación del
Estado por el simple hecho de no querer madurar como pueblo y ser responsables
de nuestras decisiones. Dejar que decidan todo por nosotros está en el ADN de
este país corrompido hasta el tuétano llamado México. Porque como decía Octavio
Paz, “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha
sido inyectado el veneno del miedo, del miedo al cambio”, y por culpa,
seguimos siendo esa masa sin cantera.
Hugo Alday Nieto
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